lunes, 4 de julio de 2011

LAS ULTIMAS ETAPAS DE SU PREPARACION

Entre tanto, Aquél que cada uno esperaba conforme a sus miras, estaba en medio de ellos sin que se sospechara su presencia. Difícilmente podían ellos pensar que Aquél que era el objeto de sus meditaciones y oraciones, crecía en el hogar de un carpintero allá en la despreciada Nazaret. Pero así era. Allí estaba, preparándose para su carrera. Su mente estaba ocupada en considerar las vastas proporciones de la obra que tenía por delante, tal como las profecías del pasado y los hechos del presente indicaban; sus ojos estaban fijos en todo el país, y su corazón doliente a causa del pecado y vergüenza de la nación. Sentía moverse dentro de sí las fuerzas gigantescas necesarias para hacer frente al vasto designio; y gradualmente se volvía una pasión irresistible el deseo de salir y dar expresión a los pensamientos que tenía, y de ejecutar la obra que le había sido encomendada.


Jesús no tenía más que tres años para llevar a cabo la obra de su vida. Si tomamos en consideración cuan rápidamente pasan tres años de una vida ordinaria y lo poco que generalmente queda hecho a su fin, comprenderemos cuáles deben de haber sido la grandeza y la calidad de ese carácter, y cuáles la unidad e intensidad de esa vida que en un tiempo tan asombrosamente breve hizo impresión tan honda e indeleble sobre el mundo, y legó a la humanidad una herencia tan valiosa de verdad y de influencia.
Es generalmente admitido que al entrar en la vida pública Jesús tenía una mente cuyas ideas estaban com­pletamente desarrolladas  y  ordenadas, un carácter perfectamente  definido  en todas sus partes, y unos designios que marchaban a su fin sin la menor vacilación.  Durante los tres años no hubo ninguna desviación de la línea que marcó para sí desde el principio.   La razón  de  esto  debe de haber sido que durante los treinta años anteriores a su ministerio público, sus ideas, su carácter, y sus designios pasaron por todos los grados de un desarrollo completo. A pesar del humilde aspecto exterior de su vida en Nazaret, era debajo de la superficie una vida de intensidad, variedad y grandeza.   Bajo su silencio y retiro se verificaron todos los grados de un crecimiento que dio nacimiento a la magnífica flor y fruto que todos los siglos contemplan con admiración. Su preparación duró mucho tiempo.    Para uno que poseía facultades como las de que él disponía, treinta años de reticencia y reserva absolutas fueron largo tiempo. En su vida posterior él no desplegó otro rasgo característico mayor que su grandiosa reserva en palabra y obra. Esto también lo aprendió en Nazaret.  Allí esperó hasta que sonara la hora de su preparación completa. Nada podía tentarlo a que saliera antes de su tiempo, ni el ardiente deseo de intervenir con protesta indignada en la escandalosa corrupción de la época, ni las creces de su pasión de hacer bien a sus semejantes.
Pero al fin arrojó de sí la herramienta del carpintero, dejó a un lado el vestido de trabajador, y se despidió de su hogar y del querido valle de Nazaret. Pero faltaba algo todavía. Su carácter, aunque en secreto había crecido hasta adquirir tan nobles proporciones, necesitaba toda­vía una preparación especial para la obra que tenía que hacer; y sus ideas y designios, a pesar de estar muy madu­ros ya, necesitaban ser solidificados por el fuego de una importante prueba. Aún faltaban los últimos dos incidentes de su preparación: el bautismo y la tentación.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Copyright © 2010 JUAN CALY. All rights reserved.